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La ruta de la vía férrea (IV)

Túnel 3


               Hasta ahora hemos circulado en línea perpendicular a la frontera con Portugal pero, una vez llegados al valle del Águeda, el ferrocarril da un brusco giro de más de noventa grados hacía el noroeste, avanzando en paralelo con el vecino país, a la vez que comienzan las emociones con el tercer túnel, el túnel de Morgados, con un oscuro trazado en curva de 423 m de longitud y 300 m de radio. Al contrario que ocurría con los túneles anteriores, lo único que veremos al entrar en este es la oscuridad absoluta.

una de las bocas del túnel 3

               Entrar en este túnel es una sensación extraña. Tras caminar unos cien metros hemos dejado atrás la entrada y no nos llega más que un débil resplandor contra la pared opuesta. La oscuridad lo envuelve todo. Ya desde la entrada empieza a notarse un olor extraño y penetrante. Un murmullo se oye a lo lejos, mientras algo raro aparece en el suelo. Poco a poco, primero las traviesas y después los raíles, desaparecen debajo de un polvillo amarillento que resulta blando al pisarlo. Y crujiente, dada la cantidad de cucarachas que se arremolinan en determinadas partes del suelo.

               Las paredes del túnel hace rato que han desaparecido. Solo se ve oscuridad y esta superficie amarilla. Y la desasosegadora algarabía de chillidos. Da la impresión de estar en otro mundo. Como un paseo lunar, pero sin estrellas.

               Cuando más fuertes parecen los gritos se sube un pequeño montículo de esta sustancia, que marca el centro exacto del túnel, y poco a poco van quedando atrás. Después de un tiempo los ojos, acostumbrados a la oscuridad, perciben un débil brillo contra el lateral izquierdo del túnel indicando que el final está cerca. Al salir del túnel se puede descansar, y ver por primera vez el cauce del Águeda, que no nos abandonará ya hasta el final del recorrido.

               Por si alguien se lo pregunta, los inquietantes acompañantes del túnel 3 son ni más ni menos que diez mil murciélagos, que habitan en este túnel de forma permanente y cuyas deposiciones se acumulan en el suelo al no haber mante-nimiento en la línea. Cuando ésta funcionaba unos obreros los retiraban una vez cada dos semanas para que no obstaculizaran la marcha del tren.

               Entre este túnel y el de la Carretera se han localizado un total de siete especies de murciélagos. Entre ellas se cuentan el murciélago de herradura, el murciélago ratonero grande y mediano, el murciélago orejudo meridional con unos 4.000 ejemplares y el murciélago nóctulo de cueva con unos 6.000.

               Una precaución que se debe tener al cruzar los túneles, es la circulación entre los dos raíles de la vía ya que de no hacerlo así, se corre el riesgo de sufrir un accidente por dos motivos: el primero es que pegados a las paredes de los túneles circula el alcantarillado, que está tapado con losas de pizarra. Sin embargo, algunas de ellas están rotas y otras movidas por lo que, si se tiene la mala suerte de meter un pie en uno de esos huecos, lo más probable es acabar con una pierna rota.

               Por si esto no fuera motivo suficiente para circular por el centro, hay que tener en cuenta que periódicamente sobresalen de las paredes unos largos, gruesos y oxidados vástagos metálicos situados a la altura de la cara, que es necesario evitar por todos los medios.

Murciélagos en túnel 3

               Teniendo en cuenta este par de advertencias, la travesía de los túneles se hará siempre por el centro de la vía. Aunque también en esto hay que tener cuidado, ya que de vez en cuando sobresalen del suelo en el medio de los dos raíles unas estacas de acero de pocos centímetros de altura pero lo suficiente para hacer tropezar si no se ven a tiempo.


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